
Empezamos con los inicios karakeosianos ante el inesperado desenlace de no saber, buscar entre pinchos y braguetas que aprovechan que ahora dejan cuatro chipirones y algunos buñuelos de bacalao, los restos de la pataleta añadida en la vichyssoise por un dia marciana, en ayunas sueños ardientes, en los instantes con el rostro descuajado y la mirada perdida en el horizonte blanco, sin cal de serpiente, tan solo sonriente, demacrada, con manchitas y bultitos afrodisíacos, a la menta, por el doble del triple barbero de su pobreza, como una costumbre, por dinero, para aprender de las ruinas en presencia del llanto despeinado, que pudiera admirar a pesar de ello, al número f de las amigas desconocidas que estan por abrir puertas y cerrar otras negras, de seda, con remos y cañas de bambú hechas con remos y vicios del ayer que se besan entre dos pinchitos de atún.
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