Zeketelerké

Telercós, misoginias y erkés y orcos de soda y caldo de puerco por otras claras de yodo e yérnigas de prensa estúpida titulada para los patéticos preparatorios que musican la muerte perdonada, con el sexy polyvorone de tigres y termómetros de aguja y piel ronca de rosca y vídrios de mangas entercadas intercalando la vista del regalo hacia la línea de las anchas noventeras al chilalo del detesto renit por olianta con el flirteo del quiero ser, de la señal de otro dramón para cinco minutos de niñez y esqueletos cuestionados para acortar la pizarra y la sarna de papagayo como moraleja de smog; de medios picos en senderos de botas y riendas y mais tuquitos de zancudo en risibles piajenos al alcance de los de pila bíblica malasa, en el concurso violador de casualidades y listas de cambios pajeriles por decirlo con la adaptación donde sentarse y recostarse para la próxima malahierba en el estábulo de la bestia de mil caballos de potencia para garuar con el gurú que los susurra con la naturaleza del enviado de oficina y los veinte segundos de elefante sin tanta traba como la peliroja a la droit pensando en el pronóstico como muchachas por un tiempo y suburbios y trineos de naftalina y tranquilidad a nuestro género, a la mesa de afanes y fianzas sin la tiña que entretiene con un lápiz de pasta de café y escobillón de polvos y polcas que observan la leche de plástico que ya no sirve para eyacular bebés pasados de rosca con los senderos pétalos de satín diminuto que cierra el llanto en unos cojos de mútua coincidencia del destino como animalito de cartón medio borrado por el complejo de las doradas cascadas de orín y borbotones de instantes de rabia en la tatareada radio que obliga a repensar el estribillo de la anécdota susurrada al pastel cojo, al viejudo padrastro o el comprobado cronos del trabuco que no puede picotear para encontrar la humilde gallina perfumada.