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Jentacular

Carabas empotradas al susto, al sustrato de mezcales y sonos que deducen el oiseaux, la crosta pegadiza al celebrado creer de un tango con pianola y más jentaculados que las vocales del cónsono que se inserta bien adentro para hablar de política y ruiditos mediáticos sin la laguna de jactar ni de olvidarse de los eruptos como otro vals de Laura, del inferir en la bebida, en la aorta inferior del submarino de viñetas y típicas damas del lingotazo de un boruche industrial, como algo que grita frito el cariño del puro delón que favorece la medicina del alrededor que mide culatas y relojes y pesos encantados y tareas del otro staff frondoso, o prendas de erotismos que repiten los rastros de malícia y roces y avariciosos sin el tiempo de bienvenida ni el parnaso que reparte el pan, los kikos del pretendiente para buchanas y ganas de chistadas y fétidas fans de taber, de toneles de puya y pasto, e información del galeúp que no se fija en los usos de satisfactorias previas en otro postgrado del departamento de mayor principal como para errar con las redundancias del veo gesticular con la factoría de músculos y ventriloquias que renacen del color del puro desierto en el cálculo de casualidades y causas y retortijos sin enormes espacios para la literatura que dirige los múltiples problemas ambientales de fenómenos y tantos de la más singular de las prácticas de praxaes y precios y profesados literales al combustible, con el manejo de cuatro nalgas y manillas de titié, de las tecnologías de ocurrir, de un amanecer del reproche en filas de tres, de náufragos exactos para durar con la historia que reproduce corazones y besos negros en bombachas para perder promesas en las dádilas de malla, de donde termina el encaje del muro sin prisión de imperfectos egoísmos por la parte de preguntas de noche cableadas con los ajuares del futuro todavía por reajustar con las especulaciones del viceverso cómico contado, tarado, barato, de díxit con lupa y misterios de aventuras y deliciosos antebrazos de nube que siguen a garbanzos dulces y todo tipo de adulcorantes radicales, y alegatos alegres, y áligas y vistas al millón del día en cierto resplandor de cambios y carabelas y números hacia las cincuenta extrañezas de andar de pena y noches sin una pausa en la voz de un resabio devenir.

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