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Palma real

Reales neurotransmisores que mofan la regulación del motor sin las reglas de cuatro aminas, sin quisomas que incrementan doblar la dosis de acciones que vuelven a reconocer los recordados despertares hacia el fin, hacia los ciclos prisioneros de zancos y sobrerropas que no admiran otro homenaje al amanecer de la misma escopelia rebajada alzaos, a orones de horas y mezclas con químicos para relajar el tálamo, la muerte del pantone, de cápsulas en ditritas que no sirven para las sonámbulas en segundo periodo del pánico solo, sin los puntos del producto ni la capacitación de heredar las nalgas, o un vestido o joya o bombacha o diazepan, o ansiomed que reacciona con la mezcla de docentes y otro tal vez de abuelas y jardines y cartas de desconfianza que le reescriben al miedo y buscan la muerte de la continuidad de cualquier septenio de trabajo y fútbol y menos ejemplos casi equivocados de esfuerzos y míticos nenes en la puerta del cerebelo, que no intencional las caídas de corazón, ni los sueños ni ausencias de audiencias y más aberraciones que las de descubrir para informes de no a gracianeras ni pesadas secuelas de dolor y ansiolíticos y vistas nubladas hacia un nido de jején, por un tanto de abortos legalizados para escoltar las trampas mortales del sueño que programan más paro y alertas para las grandes posturas de palmas a través de caretas como tal, de los falsificados palmos de escrituras y más interpretaciones independientes que citan realización de espacios y apachetas involucradas en infortunios y reclamos de cuentas y fornicaciones que se cuentan para las favoritas, para atraer los labios de adentro hacia los aflorados nos de olor pasada, profunda sensación de perdedor insolidario e injustificable que no asume la inolvidable fórmula de resultas y grados y fermios y conjuros y estatuas de atroces retratos de preconceptos y reconocimientos.    

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