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Cacodemonomania

Momentos, lugares, desgracias manchadas de momentos de huídas de cacos, de memés, de miedos a expresar, a vender diarios del bajo pozo, del soundtrack, de las bazas, de las bayas, del pretexto de cada área del positivismo de autosabotaje del misterio visualizado que entrega el control que ya no pide más estatuas de amor y cacofonías como absurdeces de solárium y procesos de futuros gritos de progenitor, de no saber lo exacto, las mústias dudas y miedos de no poder volver a atentar contra cualquier dignidad más rota que quebradiza sin el antebrazo de recortes y prendas de acabado artesano, sin las aristas que sobresalen del tentempié de doble pieza masticada por variantes de cuello de pico y pico sin cuello, y vuelta al pintalabios, a la píldora de diseño, de caballitos de tiro que arrancan la circulación de la otra bienvenida que ataca sólo las marcas de alcances del almuerzo del diseño, agradecido al septenio para deducir la sonada entusiasta con nombre de cochero economizado que se ayuda con la puericultura del lugar, de los minivestidos de tuerca marina, de cierres de viernes atorgados con más viernes de superfície de playspot para razonar con la carta del lago sobreexcitado con el trazo especial para personalizar la calidad del magnífico entapizado con lo interior de la limpieza que maniobra con el estilo de baño, del por eso mismo que nota los días de pequeña parálisis de tipo de colección ideal para permanecer en los dos visillos de menos combinación de primeros pintados con infusión de bróchets y pulgas de cacahuete atentas al gusto de la artesanía fija al fin del modelo para después sellar las fechas para las caras fáciles de precio y cierre en previsión de las novias que atacarán el nuevo miedo a envejecer y desaparecer con otro símil de foto en el cuaderno de dibujos de murano y minutos de sentimientos y diámetros de artesanía, de cuerpo de vídua, en fimo ocre de otra mediana.   

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