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Himen

Incompleto límite de esencias, de cabezas en el fiasco de la esquina de shelter como copulación entre el último momento y el contrapunto del todo en el acabado de la pintura como muchos solistas responsables intentando la pauta de la idea de volar como los espasmos de la leche intolerante a cada miedo, a cada infame imagen del lamentable listado de números de pililas y reas secreciones de estúpidos esputos de ansiedad que negocian degollar la boda con la embarazada pastilla del futuro, de la madrugada que suplica desaparecer con escuchas de otro escudo sin los otros integrantes del absurdo pánico de la única soledad que ni besa la jaula de diamantes para el saldo como vinculadas situaciones de telicismos y secuestros de enfermas imaginaciones inéditas entre hombres y chiringos sólo de sexo y fulanas quitándose el hipo con el himen, o los supuestísimos favores de arenilla y hoyos con más marcas de mordeduras de rata, casi sin escollos, o con muy pocas posadas de la nada que se alimenta del rencor de cada mal pedo con coyuntura de más ímpetus que ventosas de más montañas rocosas que harán llegar más preparado para volver a nacer con la argentina en los poros pensativos que vienen de algo que ya preexiste en otras asociaciones como vidas, como cánticos a diario del púnico abceso de observada soledad virgen de aquellas tragadas luces de antecesorías anticipatorias que no aguantan la noche ni los contagios, entre ellos individualismos de dualidad, o bipolaridad fea, inhacabada y dispersa para el proceso borracho que mueve lo tolerable por delante del cóndor que huele  a molleja, a huevas, a historial más allá del plumaje escendido al momento de máxima incomprensión de perros flacos y hastías vergonzosamente feroces, hasta fauces con cara de muflón de veredas vacías, u paupérrimas dedicadas al capuchón de hablar de Maldonado en estufo esquiladora de sangre al entrar en el tiempo que mira el final del útero medio abierto para la subhasta de silencios y armensas como cenizas para el puñado de naturaleza muerta en la boca de los flacos en el lugar de quilates y maullidos escritos para el placer que concurre mientras agigantan el balcón y el toldo por separado.  

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