
Titiribíes gauchos, mochos, pampas, ruzenas, nombres con lentitud propia, baterías, sigue, sigue, habla, traga, mientras el chiquito chaparro sucumbe y se detiene a seguir bertleff sin más efes farfas, despedidas por algunas consonantesde kikas parucas, macacaes, mocedades, vicios de cada delirio, de cada sien, de cada carcajada abierta al público, makako y kalima con solo tocar, tocar culos, tetas, oler bombachas, masturbar conejitos de alelí sin llegar a penetrar con zanahorias y condones llenos de esperma ajeno y suciedad, tensión desesperada de aquél mañana incomprendido y más veneno de la sociedad y ataduras en celo, de beatas y policias eugenésicas de alturas, de lejos petunias, ambulancias, pasta de dientes, saludos, mamadas morochas, casi por el tiempo del campeón del siglo del señor Gil hasta el silencio de delante, impresionado, sin terminar cualquier paripé alegre que canta canciones de Xesco y lo danza con pañuelos y vientres y cascanueces, campamentos, enaguas fáciles como animales del treinta y ocho que pasan a la siguiente vida etérica con flutes malsonantes en un inglés desafinado satín corrales senado en la falda de piel de albaricoque estrecha, de lino pardo con aguas color caqui y curvas de maíz, dientes verdes, boludeces azules, cambios de tercio en el cuadrilátero de cada careta de chocolate y silicona, del tacto de tetas normales vergonzosas, y chandas afelpadas y más mochos por un tubito fino, intravenoso, como algún medicamento ansiolítico y síes de manzanas y preferencias del usuario, de compartir una life true y cerrar los péndulos perceptibles.
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