Bygginlov

Vererkiette, véspero cutáneo en la matisación de la longevidad de la insidia ínea havaratí, o simple abadejo neudi, con las noches de tatuajes y  pizzas hablando de la ansiedad nocturna de izdes sin izquierdas por determinar el claustro de la pena en la balalaika de cúrcuma y más parásitos de parecidos al caramelo que siempre cae sin cada interfaz de fluídos agrediendo el bachiller de ciencias egipcias en el extremo del caviar de manzana y fuetés a la second de rotoscopiar el synthol aceitoso como una mezcla de grasa y anabolizantes ocultos en cada rompeolas del bote de musculitos y siliconas y bultos de hormonas de caballo para el estral cualificado como abeso limpio y de buena salud, para el poco dolor a vuelta del poder, de cada por par, de error de los estuches de arpagofito y máximo carbón y paradas de ardor de las tres hojas de relación con las edades del idéntico, en un industrial y falso cansancio de estancias como rosas y cuádrigas conducidas por los herrajes del hebrupto caído de las vigencia del no conocer el contrato firmado de por portar otra vida por las espaldas de la especie de chiquilla faz fácil de tronco de bosque, o perímetro para quemar el largo invierno que comienza a infectar los dúos, las apuestas fuertes del fueres y el patatal de madams de saludo y muchas gracias por sanar el bolsillo del alma con lo único que sacia del almacén que almuerza verguines y los guisa con más synthol que el santiamén del instante, de las leídas bases para volver al orígen de aquellas palabras o contáiners de continentes enamorados de cada orgasmo del fundido cadáver femenino de cada casa de sombrerillos con simpatías de escándalo escuchando el sándalo por sistema de sujetar aproximaciones y risotadas solamente por el riesgo del recreativo que hace abultar las curvas, sin recordar que un tejano mal puesto no hace llorar ni sacar plastidécor de color amarillo subtitulado con rojo y gris a la intemperie de la próxima escena que manda en la minuta, o en la corrección de ambas imbricadas en la azumagada de gargajos y serumen del poroto que sale de morir con los viernes del virrey, y el as, y el viento de la taquicardia y el tembleque del mismo circunloquio que el que debería ser cahuari, antes de hecharse a encarecer en una párpada hasta inventar el hastío de la profunda primera hoja de ruta que confiesa la troquedad del número imposible de mujeres fijadas con el santuario hermético.