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Medbara

Mádava, fenses de locos grabados en la talla de la pipa del negocio de noches y afinación de enemigos y burcas sufridoras de vivir como de aplicaciones y experimentos de cortinas acerca de ritmos de perfidias y chiuauas de participar bajo el reojo y espacios de faldas empezando con las latas de secuelas y lampastres desde cáscaras por sal y aromas de ser, de existir mientras todo regresa sin el plan de lulos que ni importan ni ciñen en las rutas de alfajores por querer animales enfermos, educados por la sensación del líquido caliente blanco y  espeso que corrumpe en los vinueles de luz al gático menos tántrico que en las tundras de diseño como el ejemplo del terruño intenso, extranjero a paquete como tanta sanguijuela de antelequias y sonidosy puntos de adicción o de cometas residenciales o trozos de dudas que abarcan trozos de tropical con alguna cercada de calcos trozos de la gran producción de ilusiones, e intereses disfrazados de medio médbar, sin las curadas puntas para vestir héroes sin techo ni topónimos delante de ironías y preparatorias para romper la lunareja, e intentar inaginar el éxito total, los rayones de comedor atravesados por cada cojera en su ternura naranja intentando dormir entre aire embargado, listo para nadar en los precisos tales de medellín y abuelos apilados y algo de recuerdo entre los nenúfares de salvia y minúsculas alrededor del cansancio de la silla en el pernío después de llorar la época de trocos y fastidios y muñequitos de tinta 3D desde el paso de la improvisada hacia la braguita final, en dorado forro de fierro y saca parásitos en otro saquito como de piel de catéter casi flebítico, que reacciona al escondite del acurrucar al conocido como si fuese una ausencia de hiel, de tragos de caracoles y ácido y rocíos para la alucinación de carabel, de barcos y laúdes y deslumbres como lanas para maletas, y rápidas vitaminas de gobby sabor grosella y borrachín de after eight con el viento del acantilado en el punto de sol, o pesos plazoletas, o dólares, o cuatrocientos puntos de rascar las comillas abiertas con peliar las andanas del inquilino que despacha la ignorancia hasta el cuarto.

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