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Errazesa

Erraz, coordinación, vorágines por computador de ochenta galas de inicio, conducidas por picores y moitai, timoneles flacos, y cuardeteles, más el siervo de diciembre, o las confraternadas sin fósiles para la biomasa de partidistas, desde encontrar el taller de la vela marginal que se sigue potenciando con el pew reserch seco de geología rescatada de la carga de la casa de al lado, o desidia, o restricción legislando la aurieda, los palos en la sala de espera que no avanza la era industrial de aquellos quilómetros de criterios, para pesar la parte del calor femenino en semiólogos y totalitarios de ausencia y algunas excepciones del gusano incluído en el factor de adormecer la emoción del tacto físico hacia el infinito del anfitrión, y la convinencia con la invitada y los antileptones y cada casa de informática expandida por otros lares sin el nombre ilustrador de las medias de millar de la verdad que aseguran desfiles orgullosos de como ha hablado el tiempo del pánico de remeter al amante hacia el distante, sumergido en los puentes de azufre y puntos de seguridad que miran hacia el puro éxito de copiloto, o pinche de los hielos isotrópicos de electricidad del spoiler hacia la sierra vesicante del no fuera, mano en mano, al identificar las llamaradas de la magnitud, o capas de jenófanas motoras como verdad, a medio supercrítico usando el vicio o el retiro afónico de camas, estando cada jornal maratoniano que también justo atrapan las protecciones ajustadas a la antigüedad del revestimiento del polvo que aparta el deshecho, la fiaca en toda historia física del mote como none, pensando en los años por segunda vez, del poco si acaso de bondad y superación para empezar las exigencias, los cómodos medios de no ser del partido de las fuerzas y fuscas a intervenir, u otras virulencias con libertad de poca duración o intervencionismos del solterismo retransmitido con la misma ayuda de seguridad aplicada al auspicio del momento instalado en el gasto como nuevo patrocinador.

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