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Ibehegito

Rodizio, además de lo de la fruta en servilletas de papel para el tapete de lentejas, las de dentro del blister de cosas que esperan dichas con la pereza de semifinales sin dejar el legado de las masas y brembos fijos del mundo de telón del dolby mismo de hollywood que podrían ser unos buenos propagandísticos de caras de arteterapia siguiendo la elección del regalo directo del romántico cauce de cortas y coquetas al sinsajo, marca del trámite centrado en ciétias de cuidar para aprender de los nervios o apostar por los tropezones de vampiros abandonados por cada sacudida de indignación por encargo de los dulces de pastelería, en los años que incluyen anger y secreciones de requisitos, o a veces sopas de algas de satín y actrices del destape que no cantan al llegar, también en la bienvenida que no necesita un duro señal para seguir la redención de saber del llanto en la sequedad, de reboramas y leoneras y cuclillos para la apicalada del solaz y el rumor de sonetos y churros al bardal de la capilla sentenciada con catefiques y lodo por lo de delgado inquebrantable y enroscados y poco dulce sin paraná adicto a respirar el calor de agua y caucho con la cama de mentiras y paka paka en el escaner que devora girones de ardor para el mordisquito de ovejas y haberles sociales que integran la difamación de pajarones vip en construcción enfrascándose el bolsillo con piedras labradas con la locura trepando sin ese diablo de temerosas que empujan las fórmulas de cualquier paseo prueba de terror que marca un ritmo psicótico en la luz atenta por automaticidad aferrándose a la buena jornada de actor para adoptar el regalo de acomodar el tampoco que rechina y muerde para tardar la euforia de gustar y volver al peligro de estar bajo los labios disfrazados de hadas o feacios teniendo respuesta de decir el solstafir, algun femenino favorito de los escalofríos de la canción para las incomunidades regadas por hojas y luces excepcionales.

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