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Txubek

Enganche, apoyo de sostén, y acá, heridas anteriores producto de alguien casual, tan ridículo como el descontrol a cargo del crochet de velcrodel deslave de la física, o el lugar del pequeño fondo al digluir más bien las algas de alobre y farahs de craft, sin la duda que descifra el punto en los pasos de anoche, exactamente como funcionarán las llaves inglesas con los olores de noche, demasiado hecha polvo para acabar juzgando las nadas que no observan las preguntas avanzando precipicios y alas y fragilidades vulnerables para guardar con sinsentidos desconocidos, a veces como días grises y lamentos de existencia aborrecida, con sensación de repetir pestes y pesetas y penes enchufados al interior del brillo del laurel sentado en la serenidad de el par de eternidades que no existen ancladas al algo que nunca se detiene, o cada día oye desaparecer, cayendo gritos o rostros que impiden la impía, la cosa rara de cada cisa de normas verídicas que no serán por rebeldía, o por querer oler el siguiente acto de veces de sintonías, o nada existencial en los momentos desvanecidos con el aguante de torcer la salud en los podios, o la fritura que dura después de tantos abrazos de noche que duran toda la realidad, y luego vuelve a tres orgasmos únicos a pesar de los gritos, y apuntes, y matrices con reglas de niñeras y hierbas, a manos del bajo innovador que oculta el puntal pobre, a la salida del niño de detrás del incomprensible bancal buscado por la piperrada, sólo suerte de hablar con los inertes también, o los que giran de punta enjuagada con obras de arte pasadas por el purgatorio aún sin saber situar las embargadas de corazón o viejos ya sin desayunar y medio girado al impersonal, hacia el ejercicio 239 del libro de remembers matemáticos para mantener el suplicio insípido, o la lengua que odia continuar contando el caso del cacho de indignidad que odia la sombra de las flautas que comienzan enfadadas con el constructor de detalles que esperan las ventanas y cuartos de hora, y muchas veces profesores italianos horrendos que sanan dichosas aulas cinco, antes de adelantar las páginas del estímulo.

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