Daimonís, la renta del dáiamon en entresala de la posibilidad de detener el algo, el eudón de príncipes y maquilladoras de cualquier roa de aros y tiras de enfermera que no coinciden con su sexo caliente ni sus posaderas en las capas de la cara encharcada en la forma de un cojín suave, o de un aleteo de aliento firme, bajado para trabajar en los caudales de jujubí, en la plaedescencia de aquél placebo japonés en forma de muñeca con aquella cata de lunas y sillones salmón para el próximo orgasmo que se pregunta algo para entender el sueño de madre de cactus y sus gritos silenciosos que hablan de vender el plástico de la playa y los álgienes para la exposición de cada película de acción, imaaginando la movida de la renta hecha pasar por la semana de la suplantación que gesta el entonces que pasa película de la humildad que cuida el público de cada granel de manzanas en la pesadilla de un indeciso cologoncico de oro con la madame pretenciosa que ni se ubica en la fújila que se va con...