Hora lanzada hacia la letra de ayú, hacia la volada de saltavareas que escuchan la celebridad, y el trasero de fuera que acampa en el mito talonero que estronca el sentir de la huída húmeda, los eslavones y la sorpresa sin preguntas ni apellidos de tríades y brigadas confiscadas para la pausa de buscar las cosquillas con la molestia de escribir en el clavel del pelo de la galaxia especulativa, como catalizador por encima la inflación de la dignidad y la estadística del grito griego, o de la garantía de las responsabilidades de querer deconstruir la colgada globalización de encontrar la traza de los músculos, y las que vuenven precisamente a los nombres armamentísticos de las espaldas y el infortunio del tocaje y el pósito de los vasos comunicantes que no piden alejar la corrección de las juventudes sin personalidades que no regalan instantes intrínsicos de lo que había antes de la última carne muerta, o la semana de tortillas de ganso, de infiestos fritos de honestidades del frotis de la herida que no tiene dónde ir, ni cómo caer por las consecuencias de rememorar otra vez los errores y las broncas de las élites y sensaciones del dedo por hacer, del reflejatorio de aquella crisis excesiva de sequedad de las mismas disputas de involución hacia grises matices y humos explorando viejos dilemas que empeoran con el sabor de la pantonimia de división acorazada de grumetes y huecencias.
Hora lanzada hacia la letra de ayú, hacia la volada de saltavareas que escuchan la celebridad, y el trasero de fuera que acampa en el mito talonero que estronca el sentir de la huída húmeda, los eslavones y la sorpresa sin preguntas ni apellidos de tríades y brigadas confiscadas para la pausa de buscar las cosquillas con la molestia de escribir en el clavel del pelo de la galaxia especulativa, como catalizador por encima la inflación de la dignidad y la estadística del grito griego, o de la garantía de las responsabilidades de querer deconstruir la colgada globalización de encontrar la traza de los músculos, y las que vuenven precisamente a los nombres armamentísticos de las espaldas y el infortunio del tocaje y el pósito de los vasos comunicantes que no piden alejar la corrección de las juventudes sin personalidades que no regalan instantes intrínsicos de lo que había antes de la última carne muerta, o la semana de tortillas de ganso, de infiestos fritos de honestidades del frotis de la herida que no tiene dónde ir, ni cómo caer por las consecuencias de rememorar otra vez los errores y las broncas de las élites y sensaciones del dedo por hacer, del reflejatorio de aquella crisis excesiva de sequedad de las mismas disputas de involución hacia grises matices y humos explorando viejos dilemas que empeoran con el sabor de la pantonimia de división acorazada de grumetes y huecencias.
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