Dakátari

Inertes dagas, sencillas, sin el luego del rumbo que suelta en alta mar el temor a la ventana del gumías y escondidas ayunas paseando por el vuelto no dicho de la estación de tremendas sensaciones destinadas a otra conciencia que imita el límite legañoso, turbado en la extinción del refretado adrede, con el tacto de la sopa de sobre sin indultar hacia lo que embarca hacia la banda inquisitiva, menos el facturado historial revuelto parándose en las azzurras efigies de marítimas primaveras que van sin la idea de resumir menos de mil responsabilidades como si nada, si bien entre otros atentados menos focos y al partido de la autoría que todavía parece otro esperpento desprotegido de las once y dos de leche como la primera imbatible, agitada, como candidata por lo menos del todo puesto por fluír en el insujetable agitar de plumas y humos del vicio del forro defectuoso en primera influencia que construye el destino del gancho en nombre de edad de cabaña, de ave capataz que irrumpe el total y culto de capitalidad de seguir anquilosando viejas guardias de ipanema sin ser de la famosa canción de meriendas y tierras y psicodelia de más de diez emisores de certezas en cinco partes de pocas líneas, o de algún amigo con tres dakátaris en cada ignorado vaivén de la patera de los filipícios que obedecen al despreocupado fijo, por así decirlo y hablar con el uruguayo después del de nada, de recomendar la madurez al amante de narrar el ambiguo confuso, cruel, huyendo del intermitente de dictas y efectismos dichos de otra series de auto exterminios con algas de cuero y material sensible a la dejadez, al ácido del calorro de la opción menos fría que la distancia de enamorar la parada de almíbar y amos y fanatismos por cuatro gajos de bolso, de afinidades que se integran en el plan y se hablan con el bocadito de furia de chocolate frente al corazón de la delicia esfumado como un resbalazo del gran líder con el talón en el licor, en las fuerzas toreras de diez hambrientas cucarachas que se empapan del jugo de cada marea arrinconada en la banda de condición democrática, o a las estrechas cositas de pan de higo, o figuras de mazapán para calcular la afília en un suelo brillante para comer las tablas de galletas en el mismísimo punto de afuera, de la cornada en el más amplio aspecto de la cuarta fe gris; la lista delicadas de algunas lagunas de rostros y tiempos de la bola que ya no corresponden a penetrar en cualquier botellón de educados sísimos queriendo el éxito de lo difícil que baila el bibop con la iamginaria crónica de un perdido momento del nuevo creo, en la sonata de redondear la emoción del nuevo muy pronto que cae en la cancha de plata de la gira, salida en el cartel cerca de la siguiente sed, y consecuente de los cuatro tercios.