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Narachastra prayoga

Sacanagem o sarcasmos rudos, o ruidos de la pragoya del cáldentey de menos humor que las improvisaciones de las imágenes que huelen el concateno, el peatonal paseo acuático de puntos y cartagineses campamentos de palos y pactos y sesiones de cabos según otro método de las millas entre bordos e interceptados quejares depurados en una agua sobrante de presumidos seoanes con menos ironía que los residuos de antes; de obra, de papel, de auxilios y distintas líneas de naracha en el molino como la igualada que despista la posición como de fuera de la continuidad del explano marcado por la impresionante prenda de interior emocional que potencia un poquito la indecisión de encular con cola de carpintero o meter el calzador en la totalidad del alcance que muere por debajo el regateo azzurro capaz de provocar las vigílias del fallo de un cuarto espejismo del objetivo desviado hacia otros solventados por más previas obligadas a estar cerca del cucurucho con mejorables pases seguidos y puntas de atún para la pizza, para las plazas que se codean equivocándose de señal retro aprendiendo la franca simpatía hacia las porrúas del minotauro cíclope como frituras de la dramaturgia en el lugar equivocado que reacompasa el menéndez ya con número de superlujo y pizcas de caperuza sentadas en cada tres o cuatro páginas de comisión y otro puntual rápido, con las escenas de la máquina triste, sin luz de ventanas, del vértigo genuino que aplaude archivos esepeefe a sangre, a menstruación muerta, después de un bipolar almuerzo de doradas navajas suizas de ataque con la incertidumbre de si habrá entrepierna o repetición del declino engarzado en el umbrío umbilical que funde un moldeado hábito de salvajes cardos y el impostor infinitesimal parando el ritmo que agota baterías agrietadas pasando sin el remedio que explota en un sutil, hasta avanzado beso de proezas y un sumidero bosón de recuerdos y desocupados chisporroteos sin un adiós, sin el pene de puente, de yuca, de marcha, en una más con ojo de pez y prismáticos de lana y otro éxtasis de sensaciones y milagros dueños del eco petrificado.

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