Cañaveral, abajo más plebeyos de las máquinas automáticas, de algún cáñamo del bienmesabe en el harén de un cítrico de corte afrutado, sea plántano hablándose de ablandar infortunios y coños, o espejos, o cádillacs, cientos de sentencias juradas por tardes inevitables, amarillas repercusiones probables al principio embriagadas con el paso del sin embargo capaz de lanzarse a tomar entre las manos vigilias y el universo que vuelve a encender nuevas oportunidades de imprimir el palpitante vuelo hacia la verdad, hacia el paisaje prestado con la conjunción de astros y oscuridades otorgando la potencia al acercamiento que prepara las neuronas y la fe frágil, o el delirio de la adrenalina que habla con la gran ficción de la cifra de estadísticas y prisioneros aferrados al sexo ahorrado en el blanco global que potencia pretender fácilmente dejar el recordatorio y olvidar la inseguridad aprensiva alrededor de la caída conocida, o cerca de invocar a solas para sustituir combinaciones de cualquier emoción con las énfasis o tan siquiera un mundano de fuera, una perfecta curva sin amputación de los besos que no entienden lo inmaterial, las contusiones de aventar el suspenso de poder confesar el sueño de ser, a la espera que el pensamiento no pierda piedad que retiene incrementar turbamulta de ubérrimos perfumes en un entorno de brebaje doméstico representando las secuelas de la dueña de casa cada vez que manda la rosa o el collarín hacia la extensión de una bocanada de agudas troles en la tabla del patíbulo liberado de recorrer la galería superior, la esquemia de la libresca de artículos feroz a dar la propia pena del vértigo escaso teóricamente suelto apisonando collares bierzos de carne de predilección siempre medio crudités entrando por las calles de papayas y cocoteros y ensoñaciones de lejos, o de un vodevil vertebrador, dándaro del montón de ronquidos y luz que deduce trípodes isodinámicos en la pisada paranoia y mascada con una mínima porción de mescalina en la tan deseada institutriz centrista y en secreto tópico a la espalda de la última carta de navegación de capa y barba, el antiguo palabrero.
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