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Manaeteus

Manatí del cimbrel, más meriendacena de avurtadas situaciones del telejel entre fórceps y aire y tiritas de metal con arenal de tortugas, o serrín, o tragedias griegas que reaparecen en los últimos coletazos del juego de tentes para construir los boquiabiertos, de sonidos del cloud para la llave del volumen de la vida que extraña la tendencia a la audición del dedo concentrado en la parte íntima de la mujer, en las válvulas sensibles del manáeteus de ñoquis y estrógenos del hierro que juega al antaño del payaso dormido en joe y freud y sus situaciones de seis y media torcada por las hombreras tocadas por el amarre del tampoco pareciodo a lo que no es y quisiéramos ocultar las vísceras de toro mezcladas con el semen que volverá a caer a las bragas crecidas por la última imaginación tentada de la fe segura, o del dedo y paja a la vez, para volver a hacer volar los discos del extraterrestre sin cabeza ni tipos de stop motion irreal que no se sabe cuando se abrirá al acento argentino y blanco de varios modos de conclusiones del fiscal saliendo de las formas de botas y hormas de hormonas tentadas de cometer feos delitos de salud para romper la sed de quitar del medio al álbum de la hermandad de aquella tierra de desacuerdos y tótems de humo, como hablando de horchatas llevadas al huerto de kiramala en malas enseñanzas y educaciones de la brecha de aquella luz del cuarenta y nueve, o del casi bombacho estampado de limonadas y chamonés anaranjados con los nudillos de cervantes en el medio de la cicatriz de gamba, o águilas o puestos de rebajas, del segundo ático por ver y llegar a mocosas ardientes, con las ganas de volver a abrir la puerta a la maternidad con las máscaras de marineros y capas de poliamor con robles y pullidos mostrados en el cuarto dorado como cuando habla en el sueño loco de miradas sin inquietudes y encantos de visitar la perversión distraída en todo el genio magnífico, en unas utilizaciones del montón de escenas inacabadas.    

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