Calibrando sin freno, sin ducrú hacia el allá, hacia la disponibilidad interior que repercute el dejamiento ornudilado que caerá en el futuro exámen de ciencias y sánsaras con más datos de egoquetes reconocibles en cada tinglado sublime y caterba en aleceya después del límite de la plenitud del instante mastodonte quitando el lash de la linterna, del maleducado pedo de sucusú comoseis, como unas jaurías de letras y ducruá en el atrevimiento de no meter cabeza en cama queriendo masturbar e imitar el primer facesit de la pardo, del recuerdo del olor a romanticismo escéptico como mezcla de futura masturbación y saneamiento de coplas y anoxias y mitos para lo que no existe de las habladurías de la glía y el cansancio de la intensidad del frío y las estructuras que se derrumban sin el porqué de la ánfora traducida al nivel lúdico para remirar el pago de la nostalgia con el billete del último verano con cuenta perfecta acontentada al encuentro del filántropo y la andarina que masca otra masa en distinta dimensión, hologada al bestiario tejido en el acá con esencias, plavíos y carácteres de pantera arropada en cualquier nido, sin situación de explorar la promesa, la última palabra que salió de la bomba de etopósido para abrazar al rechoncho inconfundible, también presente en las memorias de la tía Tula, que no se sabe quien las escribió, ni si la cu (Q) va con acento o si la diéresis bautiza por la plaza las otras consonantes adormecidas por el paso de los años y por la vejez de las articulaciones que atrofian el pensamiento principal que involucra el tipo de excitación y las demás horas de horneo del babeo para probar los culos con nata o algas o delicias de urbanitetos y algunas melencias de melanina, o argipetto, o lenguas pasadas por cualquier otra parte saboreando otro final de sección y de ubres sin retocar ni alargar las palabras del copleo y las copias virales de otra quilás avergonzada de no fornicar como la última uruguaya de puro oro.
Calibrando sin freno, sin ducrú hacia el allá, hacia la disponibilidad interior que repercute el dejamiento ornudilado que caerá en el futuro exámen de ciencias y sánsaras con más datos de egoquetes reconocibles en cada tinglado sublime y caterba en aleceya después del límite de la plenitud del instante mastodonte quitando el lash de la linterna, del maleducado pedo de sucusú comoseis, como unas jaurías de letras y ducruá en el atrevimiento de no meter cabeza en cama queriendo masturbar e imitar el primer facesit de la pardo, del recuerdo del olor a romanticismo escéptico como mezcla de futura masturbación y saneamiento de coplas y anoxias y mitos para lo que no existe de las habladurías de la glía y el cansancio de la intensidad del frío y las estructuras que se derrumban sin el porqué de la ánfora traducida al nivel lúdico para remirar el pago de la nostalgia con el billete del último verano con cuenta perfecta acontentada al encuentro del filántropo y la andarina que masca otra masa en distinta dimensión, hologada al bestiario tejido en el acá con esencias, plavíos y carácteres de pantera arropada en cualquier nido, sin situación de explorar la promesa, la última palabra que salió de la bomba de etopósido para abrazar al rechoncho inconfundible, también presente en las memorias de la tía Tula, que no se sabe quien las escribió, ni si la cu (Q) va con acento o si la diéresis bautiza por la plaza las otras consonantes adormecidas por el paso de los años y por la vejez de las articulaciones que atrofian el pensamiento principal que involucra el tipo de excitación y las demás horas de horneo del babeo para probar los culos con nata o algas o delicias de urbanitetos y algunas melencias de melanina, o argipetto, o lenguas pasadas por cualquier otra parte saboreando otro final de sección y de ubres sin retocar ni alargar las palabras del copleo y las copias virales de otra quilás avergonzada de no fornicar como la última uruguaya de puro oro.
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