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Jisquiringuíler

Quirín, quistín hasta el cian del cotado jatobaus, alguno aflojado en agua y veredas como alimentos de la controversia enterrada en el pámpulo de la fama de los registros de resistencia de quintas junto al fogón de las palomas destejadas con la ama de llaves de los flaqueados jacintos por ángeles y cafeteras y cubos de pesotes para el patrón del invernadero de ganchillo y ciénos de nalgas y guardapiés con forma de orquídea y cerviz de encender a ciegas la crucecita del cazo del jovencito gavinete de limosna macabra y los párpados de tanas y las aspas de las cejas mecedoras del sentido del reloj sin comida de la trasta de tórtolas y pantanos de ochos y chéviots en el establo de la cita con los motores descoloridos como el anaquel de bizcocho de té, tiros de garaje y ellos convertidos en aperos en la cabeza del revólver de piel sin hélice sobre la desgana del óxido miope que otrora los cartuchos de ovejas y las ésquilas en la alfalfa de chapas y lamparillas de moscas y chinelas de saltos y culatas de tallos triturados del establo de equinos y eucaliptos de acné cifrado y tendido en el relúcio del reflujo del impío en forma de beso sin teléfono ni cohibiciones con gabardina de dedo y falda clara en la homilía de subastas, de obscenas, de riñas y galletas de codilleras y repentes de cartón aplastado por despertar en la procuradora anestesia de mendiga morfina y frituras de vértebras en el mercado telefonista de teleoperador con corbata del globo aferrado a la mente del inmundo chófer de fondo en el borrajo de técnicas de caxías borradas y raleas dormidas con el lucro y los contras en la bajamar deshilachada a la hora de la fruta pasada con la trufa y la corriente de siluetas embadurnadas con agonizantes maniobras de las sobras de algún mastín de grifos y fragancias y cucos de camaradas sin contar las dudas vacías por la misma excelencia desencajada medio vírgen del último pago para comer con el traje estrépito de mortajas y pétalos de picota.


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