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Mangatarranga

Tarrá, o gasto de cuerpos, deseos, infancias, emociones de deudas y obstantes made in la líbera vivida en la cordillera compartida, vetada en vientos que bajan las vendas del telón de terciopelo pardo, rojizo, polvoriento, caliente, autoestopístico, desconocido, como la época preferida de guardapolvos y resultados del polvo anterior que regala el fin con un lacito lascivo, cómplice de la proclive ante el sayo de serpiente que murmura sin vendas, sin saber, sin disimular pelanduscas de alma y matéus y nirvanas del abacá con curtidas de aclarado, a ciegas imperecederas y desnoches y fechas pilladas en el estado de domburg; lengua extadiada, tendida para entrecortar la métrica de las sensaciones y metrés del nuevo hermancao del otro tengo prácticamente sin legañas ni noches ni seguridad peleando por fornicar sintiendo el serio carrousel de otro píxel de gala en motion del físico, o la vigiláncia tomada de intercambio patético de la faena para postre seco, sin el trozo de mojama encharcado en el delantal usoluto afterio a la dejadez del paladar, del desierto como reposición del trip track en bakala, rockero vams de pasodobles que se comen apareándose cuando se acuestan con la leyenda de asegurar el exterior del exámen para pasar la colgada aparte como pago benjamín disfrazado de sello para sabriáls de la tarranga de mango en terrina de cinco décimos trabando la pared del sur y el reportaje de responsabilidades rebajadas a realidades desencaminando la vestibular de los primeros de todo el líquido de información y más tests de tocones de tetas y cables y horcas y nantaimoris sobre cuerpos de sushi, del take away de mantecol y blondas de epístopes y chirríos del freno inerte a los apoyos y cegados y tartajeos de cesárea como gotas y langostinos a punto de ser suculentos seicientos ocho de luz evidente y minutos a cada habitación del sexo escondido en la desabrochada seda de lepra y duda gastada.  

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