Minietsvergu ikoijolo

Minestrones tiesos de hijos, de cabros, de cerebros sin la lápida del cardamomo enlatada, embalsamada en la mensa, en la masa de metros de dineros y polillas y colillas acuosas para la otra foto, para la reacción de escuchar la entrega libre, la barata batucada del noble eje que pide ojos y caridades póstumas y refugios de los ídolos del falso con ganas de olvidar la ocupación que desprende la morte del entorno, del instante, del cirope de sidra y amantes de restaurante y anarquías y los gritos y las manos que palpentan la tragedia de armas encima de la cama deshecha y las anécdotas de conciencia con motes deseosos de céntimos y vilordes y fracasos de incompetencia de orígen de terceros y dóciles que caen juntos y perfectísimos por fuera del recuerdo de apretujados muslos lectores del deseo que pinta con nervio el fin del estrangulado y gastado nombre extorsivo de canjes y tácticas de volver al pretexto en cambio de la necesidad de la ruta del dengue con acabados y satines de una plaza, del fuéramos y garcompos sin rémiles para ordeñar remedios y serios motines para el capataz y el rumor de dos del estacionamiento en los próceres y boxes de ritos y éxitos del mismo bastante de alcances cordiales para dar salida a posibles famas y narcisos y tientos de atentos e inmediatos desconocidos taciturnos en medio del tefló que se alarga hacia la masacre de la ínfima guerrilla que invita a la realidad de la hábil bardea social, catalogada de inaugural pero que empieza con el pan dulce, en angelical bollito de primavera del mismo menso bodquejado con la pluma estilográfica del credo de la deriva con la doble mismísima sobre la importancia de los surcos helados del pasado entre el rendido en la rendija que se acurva por la nueva pulpa del desgarro de un final frío de aplausos y huevos de aire inexacto gritando auxilio desde el otro despertar que sugiere un timbre huérfano, de policromía olvidada tropezando con los bloqueos subordinados y las alejandrías de la noción del daño convertido en cartel en obras y vientos de otros labios en blonda alrededor del defacto que queda en la entrada de las maldichas oraciones que no recuperan la sintonía de la biografía de asfixios enterrados en el impasible pesar de las risas disfrazadas de luto en la carne de un aliento vagabundo.