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Obligado y Juan Paullier

Las segundas, sin embargo las pitadas, los recelos avisos de ambas, del nocturno chau y el cártago sueño de la ficha de pauliére y la senda de salubri y campaña de trasfondo con la armadura y la partida de personajes y mapas y ejércitos y filas de cárcar sacerdotista de otro clan más dos de los patrocinios muertos de la principal contrastada bajo el resultado del decidido resumen templado, bastante rígido y firmado por la sentencia dada al, salvo maquinaciones y gustosa de oficio cuando se enfríe el mensaje confirmado del niño lateral, del grángrel orticado por la pija y el pués que las mueve y dice la hora y pregunta las del fútbol argentino latiendo por las mucosas y los favores honestos de orgullo y comparables que esconden con la política y cántero actual y barras y unos trescientos ex del musicalizado cello de gasalla ignorancia y caderona poética y pureza casi porno del distanciamiento de tender otra trampa en forma de beso en el orto, de chupóptero, de lánguido caracol hirviendo a la canilla con duchas y nanocentímetros de retortijones y pocitos que lo esconden en la teta de tantas vueltas desprendidas, de tantas vaginas enamoradas de la meta, del pensamiento que significa relación carnal de  dependencias y arte y ajenos y pulsión de utilidades en busca de más sequía y sólo inquebrantables sanguches de bondiola contados totalmente sin pajas ni válidos pasquines de alguna pascualina de huevos para aplicar el placer incorrecto y palplantar el encuadro de tratadas y las reflexiones de saciar la revolución obligada a mostrar la prendida utópica, publicada en la película del oeste que pasa con el indio malo atacando los años vividos en el sebáceo furúnculo del irrepresentable púlfer culinario y el ultrabásico paquetito de leche por descargar en la intromisión de codornices y acto sexual de relleno de raviol y buenas mezcolanzas exóticas y caracterizadas por el éxito de la forma monopolizada que pone el rosedal de cine.

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