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Coloquíntida

Quíntidos escrotos, kreng, cultos a la imaginación del colocar el apenas menos la paleta de pandermos y padres directos en son de abrir auxilias y probablemente decenas y aún sobran dudedós y maritage de bizarros puestos y rimando para los talifanes de el duodécimo lado oscuro del clonindio de la leona abierta de cuajo para mascar el suave matinal, el simpático en hosca y coros y moscas grandes de puntillismo rojo de la menstruación cuajada por el tercer artefacto de indiana, en forma de repartidor de muñecas pecosas y perlas de favor por los peros del resto de condoscojos y proximales al motor muerto, al diecisiéte de sus dos próximas páginas que salen del guante oficial para las propias garras disfrazadas de medianinas y legados entre otras tonadas y notas que confiesan el quisiera una mujer lenta y limpia y coreógrafa y fotográfica y no sé cuantas cosas más que atacan el bulerío de los sentidos sensibles, en mitades, de interior indiferentes más las tatianas titanísticas del fierro rubio, con ganas de conocer el búho y la cabra de la enfundada migaja hacia la vieja carne de mitades escopa de cualquier calibre rígido y sin el paseo crepuscular del plato oval paseando por los platos del amor, de husta fuiste hasta el fosto de horno y fósforos en el auditorio de la soda casi de mantecol y más fans que ornamentos y sabores a manualidades de mini perlitas, todas de dos y de cuatro paspuntes asomándose, hechos de papel piecing y bosques de bijou y artesanas de lucha y fiebre de vírgenes verdades y gotas de pisto, de alguien de cerámica y plata en la pantalla de la marca más fácil que la anterior falta de lazo como collar, como tira de pañuelo para lagemada que germina entre abrigos y múltiples metros de lana y criaderos de totalidad inesperada del costuril, del chaté ovalado con caminos y funerales para amar el evitar el aunque y las entelequias de tres, de mantales y techno japonés en verídico campanal sin la novela del házmelo sin morir inconcluso, con palta de mosca, sin huesos ni termitas y penumbras a priori entre los dedos del infectado chamán de muertos y salivas de solicitantes a la testosterona que no para de buscar los flujos y las perras imaginarias de dos sálmonos sin rastro de alabastre, de quemazón, de resplandor de hormigas y del fin de colocar la nítida como asiáticas y conejos blancos y azules de arriba, como la existencia horripilante del literario funcional que degusta el giro de la psicótica blanca en cierta forma bibliotecaria.

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