Molicle

Desfilan, malditas golondrinescas apuestas, y molinos y molicles del tiempo, del compás, del infecto, dado por la entrada del tubo hacia el juago de extraños garabatos por postre interior, con la burrata montada como los fulminantes que flaguan tan drásticas y contemplan al final la nada del motrivo, la nata del postre de hojaldre y tetillas de queso y almejas y puchos de las bocacalles y bocadillos del fué y servirían gustos y trincados y aplaudidos domingos de repetidos furanos y casados de encaje para la fuerza transparente que explica la mítica decisión de parar ya la escena de la leche y el tabaco y el no puedo con la autobiografía del kafkiano momento hasta el vespertino lazo de pullas y mondánoris con la quinta esencia que se comienza a gestar en el futuro vientre para imaginar la semilla en la nariz, en el erecto simio sin simbiosis con el fiel champú de lo que quita del frío organismo con la sensación entera del compuesto mismo por la molesta del día de antes, del interesante para qué, para pasar la capa en la cuenta del lastre que edifica buenas noticias en la salediza púlida del cohete en zona mamo de todas las adicciones reaccionarias sin pasar la costumbre del sustrato inalámbrico que emociona en el primer bocado de esquivas esguevas y baba de gol, de próximos conjuntos de tiempo desde hablar del cerebro que adelanta el día a día lógico, en el canal calloso del crimen de la creación de sincronizar el evento, el cuarteto del contador de hábitos, de shilfer que natura la boca de oriente, o se continúa hacia el inconsciente de enteras trabajadas con quilos de instantes invisibles de islotes y algo lineal celebrado con el destino que salva el flujo del infinito que recibe el bebé deseado, recién salido del patrón del fórceps de cada mantra que cuida la cuenta de la consciente nómina de trece euros de corona de plata y carne de caballo entre delfines y fotos mirando el final del cerco que combina con los sublimes constantes de la completa voz en manos del bang que juega con las jergas de juergas interrumpidas que se ríen y advierten las tormentas que notan el más para oxigenar como las hogueras del umbral que penetran de pronto en el campo de afán al borde del ejercicio de honradez que pregunta la vária sumergida en el deseo que mira en el admitido cadete de la duda.