Dilúculo

Dilú, tres dosis, besos, quedaciones o tonadas del puede en la máquina del miedo del palo cuerdo y la agenda de família que reza en conjunto para normalizar el fino punzal que de momento silencia el odio y la mala tóxica de la repúdia del somos por la armonía del fondo del pegamento o barro de pueblo, de dilución de astros retornando justo, hoy mucho menos que el bigote inefable, abalado por la altivez perita de azúcar equilibrado y risotada con los recién casados para envejecer y soñar deprisa con el sexo del año que viene, con el logro, con el puto éxito que retorna y besa la certeza a solas, a olas de voluntad por el tapiz del bosco mujer y en el comedor del heredado satró, con luz de cine y amantes ociosas por ciertas avenidas con la musiquilla de la aleja fácil y enrejado nostálgico en el andén de la mala presencia más vista que el que no crede en crecer por las vías del grifo sin mujeres fijas en el dócil lejos del acogedor valor de la gestión nocturna, de bar de estrella, de barrio, de refresco, de orígen que programa el primer turno sin el seguicio violado por la torpeza del par de trueques y rocas y feos gestos en vegetal, en presencias hasta para mirar si hay rastro del méxico corrupto y corrosivo que desestabiliza el débil hacia el profundísimo suicidio con en diazepan cavado en sobredosis y ciega argucia de tantas contemplaciones de siempre de las roderas y las tetas y después nunca vero y marcha a la cerradura sin grosor ni sponsor ni peso ni pijama lejos de la atractiva que confía en decantar la suerte hacia la foto, hacia las islas del halo que retrata la sequía pernocta del dilúculo arenal que ya parece soplar a favor con la solapada hacienda memorial u pleito singular, panegírico en latín, o vivos decasílabos para ninguna vez, en un morse fugaz, de estupor y un responder y mucha y mucho y no sé si la etiqueta es la rápida respuesta del dichoso de dentro, al tocarlo con la plumilla como arpa de pastel y pipa de pollo y ponderación volando, cuidando al cucú, al diario de barra, helado de espejos y plátano, después la gala, la virundela, el lazo rosa en la bombacha, en el centro de la cola para el vóltio del bultraco trotrón que expone en el negrino, en la página de éxitos que escribirán estas 31 primaveras y veranos de colores, de la cuestión de los recuerdos de la nave bipolar que carece de silencios y pistolas y rosas y galas y retrocesos y la fingida absolución del irreverente cruzado con los célebres tan diablos como el ultrejo del valor de responder a los planes de otros retos medievales que valen más que la salud del color que no depende de fidelizar a fulanito, o suceder al menganito sin escuderío de veces y letras de hormigón con huecos y repercusión y apellidos y nadas acabados.