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Hernetac

Desprendidos del mismo producto que los auspiciantes, como tres amebas contando mate para compartir con el resto de equinodermos del equinoccio del interior desde la sala de estar y pasando por el patio de creces y diálogos balanceando como aguas y circulares degustando el lenguaje de los limpios pliegues de la enorme nuez que resuena como limpias bellezas de cuajo, de desconocer el terciopelo que regresa del picnic de saliva y secretos destrenzados y herméticos sin moverse de las pronuncias afirmativas menos rojas que el níveo que recorre por el coágulo de longevos saltos en el grito del definitivo y viscoso rodado con la certeza de la limítrofe allá, real como la tierra y los altramuces que quedan para tachar en tardes de hélices de sol desierto, en el recuerdo del nocturno amijai de ojos metálicos, a veces coleccionando piel de apasnafradas y frías de dormir con galletas de choc, y esta vez con las transplantadas alergias al dejá vu portianari del gurra sin la titular información que ni siquiera elige un cuarto propio de noviembre sin el viento del tornasol de escombros e infinitos anidando a la bestia universitaria sin el halo del encerrado demostrativo para beber con el corazón el famoso baudelaire de primavera, o desde la humedad del eco contaminado por tescas siempre de igual precio y cambios por delante imposibles de canjear por toda la info que regresa quemada por la prioridad aborregada, azul, muda, sin aquellos pensadores del recital de rosales entre rincones de devráis del cliente de fiebres altas y pipián de pescado acartonado con lebrancha de cada selector del best cost con lasbuscatijeras de hádanger y la inicial de la pasta fría, o el biscornóu del día previo a la compra de compresas y paracaídas para localizar el foco del estrés del cambio de números por parte del puesto de la alumna aceptada y caliente en un apartamento bipolar, de los de la tranquilidad asociada a otra manera de sonrisas que coinciden totalmente pomposas, para relación íntima y con pétalos de compañeros de asignatura y amaneceres románticos de violín y neuronas sobrecargadas de puertas de caché en secuencia como primeros días de amor que encajan la mala semana.

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