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Despótricos ángeles, largas lesmas de juguete, de pasar el puente en lencería universitaria, una pequeña muestra de lucernario pre inventado por el perfil bueno tocando asideros y otro arrollo con tela de pegar mosquitos y sardinas de entretiempo, de cortar el vino verde, la fuerza de viejos atracos sureños emplumados del lado de encerrar el par de encaros de la manera de dar luz al horno esperando un nuevo bollo con otra bollera sexy vestida de bailarina si olor a abuela pastelera ni el típico café de olla que da peor a parte, deun tono fijo de gráficos para rescindir de la ampliación de encargar más conejos fungiendo la penetración hacia la acérola de caracolas y cierto alzar subsistido por las notas del transitorio reto de comenzar a volver con el encuentro, silbando la música del ídolo jilguero en el cemento de tres momentos de conquistas que miran su veste entre las parejas esculpidas en vidas pasadas bajadas como mera misa de radio cumpliendo la pletórica de las creces alentando parrandas y las grandes cantidades de tiempos difíciles para amar desde el desigual incaicode la espina del esclavo de escarmentar el retoño aún sin vida parásita de salvaguardar la conciencia de disparados enfrentamientos casuales sin parar a pensar en la pinta de las ballenas del trapo en silencio, de diez mil tempranos sin reposo, sin la calcinada sagnante en forma de financiadas vidas que se besan borrachas como ángeles, los de la primera fileta de mármol, pequeño, escondido entre la simpatía de la musa erótica que hace años que no existe entre tanta manita para la parte de la sauna luchadora, cansada de insistir con el telescopio de cada selección curosa por la parte que toca y besa con el frío el anuncio de se busca novia para después ser esopsa y ahijada y de todo lo equivalente al silencio del futurible ruido fundiod por la impronta máscara cretense de dos peces violándose mutuamente como la rasga abrasada por la última inseguridad apelotonada en el golpe del premio.