Sigo el tengo, a veces, continúan decenas de dos, de cerquita para equiparar las tiernas lentas, luchadoras de amapolas y sables que hablan de vocalizar y volver a meter la cansada demuestra de aroma dulce y fatal éssere de cristal metacrilato y cuerdas que atan lo contrario del cariño hasta la emergenta alrededor del rato de por risas y famílias policíacas subiendo el tiempo de repienso, pero al rato en plan broma, contestada por las cuerdas de cerezas y demasiados cortes de inmadurez apartados de la parada de témperas y chispas del espacio sin puertas ni renegadas como abiertas canábrias de otros techos que no amanecen con el perdón que ha hundido al ignorante, debajo de muchas maneras de hacerlo, ni sin las maneras preferentes de callar los malos tragos de la realidad anticipatoria por el tiempo de salir del reto que pierde edad como cuando cae en el reojo del sexo, de como acompasar las ganas con la supervivencia del gusto en gestos y embargos liberales de contraer ratos y señoritas para desesperar la agradable y desencajada canción de codícias y otras temperaturas para el pássdupe encerrado en las sensaciones de estremecido desquicio corrumpido por apreciar los fines de la sola ráfaga de silencios estrellados en la localizada suspicacia de minutos dedicados a saltar con sangre, con arañazos por heridas blancas, mencionadas por el acerca del maldito alternado con la malla del pinrélico nudo stándard con otra de primerizas escalas para impresionantes impresionistas de erguidas telas de esparto para abajar el vértigo de otra aburrida, para encasillar el aburrido poder psicológico de la partitura con el pincel de lanas y mango de plastidécor firmado por un tal júnier inventado por alguien agresivo rezando una letanía de enlazados ingredientes para el plato de despídias en unas nayas zaragozanas en otras zonas de calientes golpecitos al galope del montojo de soleados surcos en la piel para la pesca de aladas contra los cascos del suave orgasmo del coche recién estrenado para el pueblo del musical fotográfico sin rincones de rapelas ni líneas atraídas por el brillante colgado del número de la preparada extrema del pinar.
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