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Shikádapex

Pesci, después tartuffo o alga de algo de tocadiscos, de profesoras tectónicas salivando para volver hacia el fornicado éxito de penetrar la manera en plena vía del viaje al caos, al alzheimer que disfruta para contemplar la completada petada de ojos y culos y virundelas y más ganas de pis que hace un periquete de los más ceñidos de anéctotas y cinco minutos y montañas y lagos y márgos marcados con la necesidad de otro nuevo mundo mejor para la extensión de cada creencia en otro compás de la bufeta arrugada de aguantar a la lenta espalda o las cruzadas en posada para refrescar la incomodidad de la angustia como banda sonora de la vié, del medio shidápex, pero sin el cada, sin el pescado blanco, aposentado en la búsqueda del nunca tocar la strada del violín, de los cinco minutos más rápidos que hay en la historia de la literatura reciente, o amoldada al calcinante comprendiendo las labores de red auriculadas con la compañía de émperos y montañas de calcio y geometrización de aún frágiles amargos últimos ciclos de pequeñas contracorrientes del oficio estable extraído de imaginar la glándula del simple parpadeo del rebelde instante de sensaciones del sonido enlatado en el tiempo de otro salpicado golpe de semen desapercibiendo la cascada casucha en el botón verde del off del pedo de azúcar con olor a solventes y a porotos del bote verde del armario sin luz, ni la común humedad que habla con las cuatro cabuyas de viento que quedan sin comer del mediodía anterior, o de la melodía pasada por el túrmix y otro quito de reglas mancomunadas con la parienta de hiel tomando el pesar de las manos entre los pulmones dichos zen de impresionantes puzzles que trazan con todo el desazón hasta el recordatorio puesto en cinta transparente como teleprompters y cosas felices de oxígenos y laderas en cierta frontera de famílias y puestos de chuches constantes que se deben al recorrido de la comisión capaz de calmar diferentes dudas de tránsito con parche un par de tibias y discurridas reintegrando el rincón de la manada.

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