Redrojo

Redró, regalos para rojizas y angelicales mementos de lo severo, evidente y desequilibrado espacio del poco, del a veces de la razón conjurando las deudas reinventadas con el lugar de hablar de división y taúpas más formales ignorantes en equilibrio equino y de cosmos sin la naturaleza doble de impregnados vanguardismos de maleta en el negro cumbeiro de la rúcula, a la brandada siguiendo aquí con el horrelo escabullido y pasado en directo con cualquier soul de subrayar otro especulador lanzado a la esperanza de dos magníficos tirones de actuación de tuerca y tuba que entra y sale y hace mojar la producción de fusionar los pasajeros con el amor engañado por la traza de demora y estigmatización de las vacías que clavan el mediodía de vecindades y tríos de especies y lunas y la flor que oxida los elevas para limpiar el criticón d egóngora que descifra lo que no se sabía del humo de espejos y paseos por la discapacidad fijada en un trabajo de circuito que se arrodilla en la decisión terrestre de esperar las manos del desconocido álfil sin especie luchando por la palabra acomplejada por la sombra de deborar lo del fondo con la cabalgata expuesta en la dádiva del carrusel, del despistado siempre a metros de la arritmia del indécuo de historias y perdóis de salida en la que interactúa la intrascendencia del poder ensombrado de crecer como pedos, como sexos de propaganda de orgías y tintas en el exceso de otras tardes como más alocadas, entregadas al énfasis de rotativa; de compartir los cuandos y cuajes y alejandrías y angustias de no volver a encontrarla entre cartas y pedos, y algo esclavo escondido que queda del amar agachado, del sentimiento, de la cuestión de crear el juramento, como amigo de flecos agarrotados y ni las celas empapadas de la pipa que desintoxica el sutil orgullo de las cosas buenas convertidas ya en nada, o en piedras prisioneras, pisotadas por el exilio del circundelo que llega loco, apalabrado por el eterno arcángel encarnado con el tendido y sentado por el dame un solo destiempo de la memoria, del rojo bombeo en el pene de metal, más para llorar los desajustes del tiempo sin besos sinceros, sin el pasado títere empezando a afectar de nuevo como la boa de boca de mujer y del moobing que ni para con la razón del tiempo.