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Dietilpropión

Nada de propinas, o propionas, o los escrotos que no suben en lo mineral, en las deleitas fechas del si hay algo que pretende hacer creer que volverá volando, o raramente a escondidas como parece pegar, con más fuerza y menos medias que las puras medidas de los andamios mecánicos que no funcionan y las neuronas paradas, y luengos lazos de camareros entrando en la catedral de la espera, y la faraona en un rinconcito sin decir ni mú, ni las disculpas, ni los siquieras de dos ojales de otro parado dedal de estatuas y celebridades escondiendo la otra construcción paralela a la vida de celdas tíbias, de rumores y desengaños sin las ciencias exactas convertinas en números infinitos de binarias combinaciones que no llevan a la pura libertad del dócil almíbar sin aleteos del allí que anida con los ojos cerrados y llegan a amueblar los tíbios ramos de depresiones combinados con picos de ricota y picatostes del pan de aceitunas y masas de la mejor pizza delgada que ansía otra y otra y otro orto y otra bombacha para oler y menos de cuatro presentaciones sin los preservativos que protegen el control de cada protección de datos que galopan para ser los insaciables que remontarán en cuanto no puedan hundirse más y aniden otra vez el sonido hacia las eternidades referidas al tópico de los pétalos de carcajadas que dejan caer poemas vanguardistas de carcajadas de nácar y néctar negro sin su salsa de filo, de la desangrada cerebral que achica el perceptivo sobrecogimiento del elegido sin nómina de niñera y perra a la vez que vuelve a morder la manzana podrida, el cerebro de cualquier fábrica de culturas y bandos de cualesquieras y almuerzos de fruta y taqueados de un nuevo tiramisú de algún que otro beso perdido por el después renegado por lo paradójico que fuera retirado antes de lo previsto, de la boda que comprometía las dos caras mórbidas del dinámico inventor del rescoldo otorgamiento como premio, como formas de menos derivas y caminos prestados hacia el no saber, hacia cada flor de loto y brillantes que no entienden el modo del miedo, el trasfondo de la misma monja de biblioteca que la depresión en un oriente de tadasay de barrio.

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