Así que pasen los treinta, o los veintiocho, o los febreros, o las hojas de otoño hacia el paraíso, hacia otra vez las ilusiones del departamento nuevo, o de la inflamación de los soplos de invierno a las mil mochilas de nóes y abandonos a medias, a las escapadas que pinchan las exequias de los novillos de agua cediendo ante el rato de silencio que escarce el destape que vuelve a jugar al nudo estampado en la cara de búho que se quedará hablando para la eternidad con las cartas grises y los ases de la prisa que se mofa de otra mujer de cartón en la maceta vecina, en los universales que no pueden terminar de plantar la semilla para que crezca y se reproduzca con las dos ruedas de la berenjena, en la tierra del ámpito, del problema de enamorarse de la soledad que se acompasa otra vez al ritmo del infierno que pudre las transparencias compartidas de infancias a la vista, para desertar otra vez el desgaste del roce con el satín excitado para otros tres números de sexo y porcentajes de poesía cedida lejos de llevar caminos hacia otro novuo parsimonioso, en el hermético mar azul de momentos de antaño todavía no dirigidos por la maestra de medir la nostalgia de las manos tranquilas como los caprichos y las ocultas niñas hacia las nautilus de mirada triste y sin usura, sin los citados fondos para tirar de cada inmenso esgrima de las tormentas de otra vez escritas para la masturbación a tres manos, a dedales, a iguales pajareras menores que los zumitos de uvas y la tangible que recuerda la mirada, el olor a poder, a desesperación del solo que no puede cantar a coro con el acorde del máximo recuerdo que persigue el descafeinado sin aroma de otro babydoll que el uniforme de las impares cuentas que la persiguen para pagar las entregas de menos garantías que las del grupo de amor y resacas del rescué, del nudista buzón de transistores palpables y agarrados a las clientes con cigarrillo fino y regalado con rotulador fosforescente y un lacito del jefe hacia los aterciopelados trocitos de bacalao con nata y ropa tímida para posicionar otra vez la seguridad con las palpables y atrevidas revistas de desvencijadas desavenencias menos probables que la otra especulación de la fuga hacia el nudismo desgranando por la elegancia y las centradas hacia el infinito que no pillarán las miradas nulas que vacilan los exteriores.
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