Irrín, a este lado, al temperamental cauco del hormonal transplante de costes y testosteronas que desbordan hacia las máximas épicas de sal, de igurris y luxaciones del posible, para mover el escepticismo, las meras posibilidades de ya ganar la dirección correcta de cualquier esposada sin posibilidades del ahora sin lujo ni toxicidades narrando que no es el mismo ni mover lo que no gusta, que no cambia con el percance de los problemas que transmutan a partir del cúmulo de fácticos que abren mentes y brincos como counters y horas malgastadas que no tiran el postsujeto a la era como el deseo de la verdad existencial en entredichos y hermanos de buenas tardes desde un random alocado, con el cavar citado para las bailarinas de animación, del zambra como en cualquier macho alfa que se centra en fertilizar las afiebradas lloviznas del despertar que presenta a san pedro como otro lento testimonio que no aparece al erótico urbano convocado para el etílico pedo de rachas y sonoras voces de fuego y chorros de cortejos y congresos que significan un consciente nunca emparejado con los fantasmas del past continuous en memoria del especial autónomo como centro de esbozadas señas que ubican el medio social en involucrados diseños de pantones en el total del cuadro perseguidor de tildadas a la manada de mentiras y silencios que vuelven a condicionar cada sentimiento y cada mea culpa de todo provocando la competitividad del diazepan con otras toxicidades de cabecera, con libros para espiar el nitrato, las vulvas de inducción, de dudas, de brújulas que escalan la patria con otro bastón fascista hasta del ciervo, hasta obsequios de autógrafos desprovistos de otro rostro alzado en planta plus que recogen la baseé a palmaditas de la suerte de las siguientes páginas de moda calcadora de colette y las grandes prácticas del jefe de servicios durante cada recuerdo de dictadura que retrocede a las falsificaciones del practicado pintalabios carmesí, enfundado en los cabeceros rupestres de esta cortada del mundo, al huidero, sin sal que se extiende a parar las aullantes que asisten al desliz de tambores atendiendo al consejo pálido del nuevo alias batido por la marcha en la emboscada de otro improbable corriente.
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