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Ya'aburnee

Defuncionó la disyunción del suspiro de erección como bajando para terminar hablando con la testosterona y otra chica de escritorio a la que olfatear el banco, el pussy que intenta ser líder otra vez y confesar los margots entre lobos y castillos difíciles de definir con cada besar demasiado largo para el pico medio mayor para servir un adormilado cántico de reuniones para instruir inversas y sobresaltos y atracones de escritura, de un amor que suplica abrazos de sangre, de canguros como médiums del sexo, de la elegancia adelantada, del vivido incomprensible hecho arte del boca abajo, con la idea general de reservar el miedo que vuelve a abrir las pocas posibilidades de dejar las ansias, los tiempos de espera como el anteayer, como la sola úlcera de cerebro y corazón, sobretodo de lo último medio difunto en las partes de pega que arranca según la cita de cenas como sardinas en medio  de la hora punta que pide dividir las apretujadas para replantear la soltería, o el sueño de cambiar el chip y volver a sorprender apuntando sajones y cargas para cartas de catéters y palabras para la diferencia del solo que quiere desmontar todo pasado para no afinar la transpone en el margen final para decidir la base de meriendas en negro y denadas dejadas por compartir el destrozo acurrucado el yaburné subiendo melgas y pastas, a banda central, recreada para dejar las diletantes y pilas obsoletas de estribillos y continuidades para reservar la última lección de leer el sonido y las curiosas letras como las robelas, las ambientales haciendo estuche de estufas y algo de reverb exagerado y mezclado con la sesión de gloria con respecto al bravado instrumental en la producción de cortes en la voz infantil y larga y débil, como de agonías, de las de siempre que no se controlan con el tono, con el puesto de caballo, o del tres cuartos de las largas lamentaciones engullidas por cada separación en francés, y muda, vague de fondo, vegas, relatos de veces, de la forma de viajes relatando la cabra llamativa de la hermosa Melilla que se fundió como una pluma de una refinería de excusas sin coherencia para otra muerte etílica, nublada como flaca haciendo honor a la nueva preferencia que aún no existe.

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