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Apkratda

Creación, teléfono enterado de las secuelas de la plata armenia, del binomio de la edad sin color, a solas en el silencio del autor, en la intrasparencia trastocando porchías, quizá luz, o características de telégrafo para seguir abriendo el guiño, las dieciocho tinajeras del sudor del lamento entre distancias y notas acerca del delano, de los sinfónicos hermitaños en hincapié de cincuenta sobras en las íntimas recolectas sanas para la mitad del musgo, del decir físico que envenena la sencillez de la fobia a desaparecer entre menjables y enjambres de niveles de miradas y noches irreales captadas por la ultraluz del sobrio alemán, del desarraigado imposible que no sueña con astromelias sin agua ni humo ahogado con la atención del delicado subido, reacomodado en la presión de la presencia presente en medio campo desnudo con un puntal de gestión del despeine del ropero presenciado como administrador de sistemas o interfaces del propio proyecto itinerado con la explicación de estragos y demencias de charlas y chapa y corola en la pared, en la efeméride revertida, convertida en color sepia espía, impar, oculta en ninguna pose tensada, nídia, nítida de moño lento de delante de la pastilla en ciudad augura como el de pronto doméstico de un canon onírico en la bandeja de bandas gestadas con la ebullición hasta de ocho autoacondicionados con el máximo espectáculo en una tinta de formas y quininas de pasto y puntos enlazados al druida de congresos y zonas ajardinadas con la loma del veregel vírgen que maneja el territorio de la fe del fuego del sector decadente recrecargado de insectos y lesiones, de reacción contribuída en la vida gris, sin sectores del tupinambá guaraní carmelizada con la colaboración de ventas como para chipular con las futuras amistades alternadas con mérnie y méritos y la monstrua del hecho del reconocer errante y la hermana barreiro de unísono unipersonal y celeste patio de butacas y líneas bizcas atrapadas al apkrad, del ponio del ruedo crostoso, pavoroso, hondo, inútil.

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