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Ielkaitz

Y las premuras de apatía y reuma y rumor de más lumis que de por costumbre al papeo de desvadía que rodea el delirio, el nacimiento alucinante que logra cumplir al máximo la singular medición del relato del efímero que atribuye cuatro atributos de alianza en cítricos de tiza incluso en lo aplastante apagado que va pasando por mercurio negro, rotundo, y los trazos a dibujar el grafiti incluso intencionado la nena cantora al la cama del lado de la imaginación solamente de llenar el bolero azucarado, los tingos, la vista del dueño de una satarsa palíndroma de varios laboratorios de ciencias y ciclos de durruel, pero no desierta de pies, de gollete y lluvia, y tráiler del otro lado de la carpa siendo símbolo de una socióloga primigenia entre bolos de roles y revelación sucedáneo del paralelismo del inventario de uno de cada veinte velocidad de la vez que se vende con la marca italiana de doctoras facturadas como paquete de bolso y comodidad por adición de adicciones al volumen del vidrio ebrio entendido con lo sustituible que se hojea con lo palpable sin demasiados sectores interrumpidos con el final crudo enemigo imitando imanes limitados o amor del músculo en respirador de incienso para fumar con cargados con maruendas, casi sarcásticos monologuistas y planeros entre amigas sin identidad de la envidia de comer pierna como santo artístico y alguna falla de interiores de vedette y un precursor de la inspección de sanidad del poniente que capta el resalto de máscaras sinuosas sin la compasión del organillo de un herpes rojo y un todoterreno que crece con el sobrentendimiento en el ansón de galán anónimo en la primera cucharada del valuoso para gastar en el salero de la comida amanecida entre zumos y zarzuelas y más de un golpetazo de granel como piel fina fonética y blanca que no cimbrea con un contraste de anchas y años mozos de ir a parir cada patrón de ruidos de fábrica.

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