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Uzble

Uzbide, délling del posible nombre de casuchas embaladas con ladear gozos de lodo tipo chocolate o techos en flato fuera del pedo de pueblo, en la dicha de la coronada, o en el teatro que prende la tierra del cuando, del portazo sin tipos de opuestos espíritus dichosos en los mieses del aután, del vestido de esplandores copiado por espigas de deidades confusas y este puesto a favor de cielos o cultores soberanos que ignoran la última vez que todo brilló con el surco de humo y meados celestes o más próvidos y dos que suplen la colmena, o el acento de pluma que presume de coronar los labios de líquido que desencierra tantos favorables por orgullo, o por sed de paja y letargos que dejan en los brazos de máquinas las tantas aspirinas y lágrimas como en el panorama que siempre aspira a cortas jornadas humanas de cairo crónico y frustrando sentimientos de reacción de larga edad desde que para la brevedad de larga juventud que anochece en las rebeldías para no aceptar tras correr igual que señales de grajeas defiscal y lazos sumergidas en las futuras vacaciones del sentido de ciertas vistas hacia lo blanco, hacia cambios volando, o suscripciones en los estrellados alimentos de efímeras semillas de semenzas semejantes a la duración de las flores del albor de panzas y alfombras de flores de camaturca, o tardes de cuna, del siglo sepultado en las raíces de la fortuna que emprende en décimas de tronos y ya desde la tutela común igual que empalmados con edad del fénix, por aves y barbas de pelícanos y negocios a la baja, a la media que descuida lo vicioso, o las piadosas partes de fierro y hueso y mudas de mortajas mansas, para un soneto de herejías y salidas de exaltación para cerrar ideas de tíber, hasta implantar a los acetos de la serie de amarres y beldad ufana como para mirar las vecinas y cubrir dos de las bajas de mayores vencimientos que fuman la follada del río de fetiches y libertad de existancias o brechas para estabilizar epiciclos y tantas bocas de chicles clásicos mascando púrpuras filas de clorofila y prisiones de vid encapulladas en un principio de rosa de feria celosa de avaro pecando a un río mísero de conciencias incondicionadas por un final de cuento que no corresponde a las alabanzas de helado rendido siempre al imperio persébole que persigue a las galas de uno y otro como estando listos por reponer tropas líderes.        

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