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Daradés

Hay algo de dradés y pericun de fichas de pericay con subapellido de transexual pillo con tal anorexia y explicaciones del problemático molón rosa en tiempo de gomas y penes y pases de los hablares de las dependencias de unos sitios de bikini y dudas inéditas sobre el sagrado suscritas en las blimundas de loados probables y más rimas para los inopinados ejemplos de civismos arrastrando el deber, las aromas del próximo sexo con el orgasmo francés de aquella tesitura divorciada del primer ladrón de espingardas llamando la atención de la iniciativa de intermitencias y dorianas de excélsior y pantalones cosidos de repeticiones hacia otro interesante plasma que se cuela en la pinga, más dicha poronga, o monga, o excitación masculina que siempre habla del último café servido por un culo tristón, sin los dardos para apuntalar el olor de pescado de la camiseta, del tarado acontecer, a la témpora de paseos ateos y cajas en blanco, sin el pantalón abombachado por olerlo sin el tacto, sin el lino ni el anillo de compromiso de satín, del nido de este recurso estilístico, de este recuerdo sin límites que avanza por la obviedad de las sinalefas de daradrés o el dadá, o lo que amamanta el olor a cocción, a nóvala que corresponde sin excepción a los ejercicios de virtuosismo y emergencias trémulas del interior de los carnívoros amarantos de antequera, y sin aquellas razones de robar testosterona del cielo para hartar y retomar el umbral de las uniformidades que interpelan el valparaíso de la conciencia en tono íntimo para rasgar en otro físico de la altura del gorrión rubio que no receta las motrices del encaje del lector consigo, en el rincón del vale sobre la uniformidad y entelequio de escándalo.        

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