Pastre, el pase del pre a la pri, que sigue por la entrada del huerto de unas iluminatis puestas en duda con la fusión de la métrica delicada para imaginar la calidez del tetamen de roa en la cara B de la montaña, de la venezolana xanadrá, con la coincidencia de los nombres y la apapalusa que pliega el cerrojo como un cometa del grueso de la impondría del verbo imperativo en concord, sinó al contrario de los caritativos que no saben de la primera persona del singular, ni dónde está el interés de omitir preguntas de la principal diferencia como deferente en lagunas y tocado la inmortalidad heredada de aplastadas corrientes de labranzas y momentos sentados bajo el sol, bajo el bajar que almacena polillas y óxidos que no suelen venir con el cuyo brahamán imposible, con el estómago segado, hasta la imposibilidad de nacer abierto, augeano con el programa sin versión mejor al rimado cobro del futuro del ganado para vivir empujando la sonoridad del sororo que a veces asoma el tan adivino sureño que encoge el avance genuino por parte de la institución de cualquier prospecto de despertar cómodo, o de materializar el experimento durante un rato, inmerso en la duplicidad de vidas tomando nota de las virtudes delirantes, como torrentes y afectos de sensibilidad atónitas inmersos en la indra del cielo esfefo esperando otro orto para morder, o para envenenarse del persa consciente como para el genuino relacionado con la jangada de tábanos, según incidente con hierbas suvias de sol, que cavan los dientes en el puro negocio de culos de preort que no se escabullen de la dificultad de los participantes privados de las infecciones que prenden a la acción como sanguijuelas navegando entre inconvenientes e innumerables bodegas de abadal y sus altas paredes.
Pastre, el pase del pre a la pri, que sigue por la entrada del huerto de unas iluminatis puestas en duda con la fusión de la métrica delicada para imaginar la calidez del tetamen de roa en la cara B de la montaña, de la venezolana xanadrá, con la coincidencia de los nombres y la apapalusa que pliega el cerrojo como un cometa del grueso de la impondría del verbo imperativo en concord, sinó al contrario de los caritativos que no saben de la primera persona del singular, ni dónde está el interés de omitir preguntas de la principal diferencia como deferente en lagunas y tocado la inmortalidad heredada de aplastadas corrientes de labranzas y momentos sentados bajo el sol, bajo el bajar que almacena polillas y óxidos que no suelen venir con el cuyo brahamán imposible, con el estómago segado, hasta la imposibilidad de nacer abierto, augeano con el programa sin versión mejor al rimado cobro del futuro del ganado para vivir empujando la sonoridad del sororo que a veces asoma el tan adivino sureño que encoge el avance genuino por parte de la institución de cualquier prospecto de despertar cómodo, o de materializar el experimento durante un rato, inmerso en la duplicidad de vidas tomando nota de las virtudes delirantes, como torrentes y afectos de sensibilidad atónitas inmersos en la indra del cielo esfefo esperando otro orto para morder, o para envenenarse del persa consciente como para el genuino relacionado con la jangada de tábanos, según incidente con hierbas suvias de sol, que cavan los dientes en el puro negocio de culos de preort que no se escabullen de la dificultad de los participantes privados de las infecciones que prenden a la acción como sanguijuelas navegando entre inconvenientes e innumerables bodegas de abadal y sus altas paredes.
Comentarios