Hoy no, una vez más el periódico antes, sin obras, queda poco por decir, ¿y quienes son los otros para leerme? novelas, muchas veces utilizadas como el ente por todas partes, con todas detalladas, para futuras charlas coloquiales, a veces capaces de elevar los niveles de existencia, ocurrencias que repican nítidamente y aparecen en el grado que toca, con la traducción sobre cuerpos y mentes acantilados por los seres superiores con labios secos de duraznos y caballas enjuagadas por los cielos, por el tarot de la fama del sueño infantil, de procurar cuidar su imagen tal como los encarados doce, alados por un sorbito de grog con los demás, con secuelas en la orilla por lo poco deseado en otros tiempos, o ahora, en este pequeño instante que se acaba, y ya, queda poco por decir, pero poco a poco vuelven a arrancar las palabras y salen, y se escriben en el Bette Kara, con pocas ideas de karakeos, la verdad sea dicha, y sus manos poniendo el sol y el placer que ya termina y vuelve a quedar poco que decir, si al final no me siguen y no salen del rincón perdido, del ensayo difícil, hábil, en realidad un monstruo con arroz, como el de Marosa, como la pregunta si es posible el todo.
Hoy no, una vez más el periódico antes, sin obras, queda poco por decir, ¿y quienes son los otros para leerme? novelas, muchas veces utilizadas como el ente por todas partes, con todas detalladas, para futuras charlas coloquiales, a veces capaces de elevar los niveles de existencia, ocurrencias que repican nítidamente y aparecen en el grado que toca, con la traducción sobre cuerpos y mentes acantilados por los seres superiores con labios secos de duraznos y caballas enjuagadas por los cielos, por el tarot de la fama del sueño infantil, de procurar cuidar su imagen tal como los encarados doce, alados por un sorbito de grog con los demás, con secuelas en la orilla por lo poco deseado en otros tiempos, o ahora, en este pequeño instante que se acaba, y ya, queda poco por decir, pero poco a poco vuelven a arrancar las palabras y salen, y se escriben en el Bette Kara, con pocas ideas de karakeos, la verdad sea dicha, y sus manos poniendo el sol y el placer que ya termina y vuelve a quedar poco que decir, si al final no me siguen y no salen del rincón perdido, del ensayo difícil, hábil, en realidad un monstruo con arroz, como el de Marosa, como la pregunta si es posible el todo.
Comentarios