Pasan las palabras sin remota idea, sin quedarse con dolor de garganta en la víspera del programa anunciado, sin estar en la avenida en ropa interior, ni buscar la página 157 después de tanto encuentro fortuito con hipotecas que rodean los hombros y tienen que pagar mil cosas desnudas, llamativas como buitres, como salidas de madrigueras rotas, entre mil divisiones sin carburante en el motor, tosiendo con frecuencia cerca de ella, sin pegarle nada, con las zarzas acodadas, esperando los quince segundos restantes para sacar el pañuelo húmedo del bolsillo, para resolver ligeras trequedades ambiguas, en forma de tatuaje violento, como si cada vaharada fuese una firma ensangrentada pidiendo títulos y fotos para las entradas y salidas del blog, para los que van detrás y lo siguen todo, y desesperan como otras obras y capítulos que no encuentran resultados divinos para la hora de comer de un domingo cualquiera, y vuelven a pedirte la cartera para pagar y para empezar a ganar licencias y ganancias con diseños o grandes formatos por confirmar y pactar el primer sueldo.
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