
Concluido el rescate en el fondo, sobre el sueño que arrastra de volver a los originales del buen momento que no cambia por nada, sigue lejos de Veracroise, con las caretas descoloridas, enjauladas por las aventuras de hoy bajo la lluvia, por lo de Veracruz que acerca otra noche prohibida, inhibida por el paso del tiempo de una jugosa merienda, parecida a una mamadera, y sucede un germen de optimismo que recuerda que no hay que volver aún con rubores tocados que venden quesadillas a doce pesos y confirman sentir hernán parado, instalado por fin en la lluviosa sede Panamericana, por haberle ganado las dudas y temores de la vida, y reírse con Rudolf de este mundo discreto que no conduce perfectamente a ningún stop, ni intenta comunicar con leyendas, guasas, ni contundencias escritas de insomnio ante la sonata de cada mariachi.
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