
Simplemente afirmaciones positivas, formas sincrónicas, días después que eyaculan y derraman la mjölk como gotitas de lluvia dorada al oeste del bar, camino hacia el norte, el cunilingus, el clítoris húmedo que espera el miembro sentado en la barra de ella, para no soportar una vida sin nadie, sin todas las palabras adheridas, concentradas como el siglosemen de Karakeosián que pierde fuerza y no contesta desapareciendo entre recuerdos y abrazos distintos abrigados en el edén. Un pequeño silencio, erróneo, que sigue vivo pero no responde, desaparece por momentos, dejando solamente un pequeño rastro en el cunilingus, en la lluvia dorada, satinada, con la mirada perdida en el mundo de Rudolf, revistiéndose frente al espejo, siempre en la 249, con la relación directa, fija en pantalla para piano dejando de pensar.
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