Una excepción, una égida de nombres enlazados por besos soberbios de atípicas dudas traviesas entre las piernas de jabugo dueñas de ellas mismas al hacerse las dueñas y abrirse de piernas esperando la seguridad curiosa, firme, encajada, con tos de todo tipo para invadir los principiantes que entran, salen, se van emocionando, se van de su papel acelerado, y se pierden mojadas, se vuelven pizpiretas a su refugio de látex resbaloso que intenta penetrar en su depacho de ortopedia femenina rencorosa, rendida de lágrimas saladas para el aperitivo especial de la noche que viene vestida de gala con smokin y cargada de prozac mezclado con el pachulí de su olor corporal revolviendo inútilmente la conversación grabada en el disco duro por ella en el contestador con una cruz bajita, salida del otro dormitorio con envidiosos trajes de diseño, puchelanos ebrios sin darse cuenta de los modales entreabiertos a las cimas del seno soñado desde siempre.
Una excepción, una égida de nombres enlazados por besos soberbios de atípicas dudas traviesas entre las piernas de jabugo dueñas de ellas mismas al hacerse las dueñas y abrirse de piernas esperando la seguridad curiosa, firme, encajada, con tos de todo tipo para invadir los principiantes que entran, salen, se van emocionando, se van de su papel acelerado, y se pierden mojadas, se vuelven pizpiretas a su refugio de látex resbaloso que intenta penetrar en su depacho de ortopedia femenina rencorosa, rendida de lágrimas saladas para el aperitivo especial de la noche que viene vestida de gala con smokin y cargada de prozac mezclado con el pachulí de su olor corporal revolviendo inútilmente la conversación grabada en el disco duro por ella en el contestador con una cruz bajita, salida del otro dormitorio con envidiosos trajes de diseño, puchelanos ebrios sin darse cuenta de los modales entreabiertos a las cimas del seno soñado desde siempre.
Comentarios