Bulle, teclea las noches después de ángeles y demonios para el fondo del ser; una galería que no desiste de la novela en medio del silencio obsoleto, conceptual, incívilo, pianista, retratista, frenéticamente estresado de testimonios menores y chasquidos de la unidad clandestina o del cristo de la pasión de sinopsis a las calles de la verdad desde las alturas del amante atado del mal gusto para voces que bajan a querer decir andanzas bajo la luz del grifo y cacahuetes hablando con todo tipo de pastillas y estancias por el hilo del colchon ahumado del cumparsín, de dos alrededor firmamente cerradas, clavadas de capa, por encima del pijama asimétrico, todavía sin decir los neones anegados de deseo, de tejos presentes escritos sin prisas ni amores pendejos, pasines, cueros caídos, caras, relatos íntimos clásicos para la cena y factotum del a posteriori de los postres y bananas y manzanas buscando Venice y todos los ismos mismamente con un ceirto grado de ansiedad, pequeñísimo pensamiento que se esvanece como pluma en papel dibujado, puesto para contestar a la angústia que encoge el acertar las preguntas importantes de la imaginación constante, con la foto del panorama tifoidal, fatalidad de aquellos espasmos constantes, agotadores, sin tinta, sin sueños desdoblados. Bulle, teclea las noches después de ángeles y demonios para el fondo del ser; una galería que no desiste de la novela en medio del silencio obsoleto, conceptual, incívilo, pianista, retratista, frenéticamente estresado de testimonios menores y chasquidos de la unidad clandestina o del cristo de la pasión de sinopsis a las calles de la verdad desde las alturas del amante atado del mal gusto para voces que bajan a querer decir andanzas bajo la luz del grifo y cacahuetes hablando con todo tipo de pastillas y estancias por el hilo del colchon ahumado del cumparsín, de dos alrededor firmamente cerradas, clavadas de capa, por encima del pijama asimétrico, todavía sin decir los neones anegados de deseo, de tejos presentes escritos sin prisas ni amores pendejos, pasines, cueros caídos, caras, relatos íntimos clásicos para la cena y factotum del a posteriori de los postres y bananas y manzanas buscando Venice y todos los ismos mismamente con un ceirto grado de ansiedad, pequeñísimo pensamiento que se esvanece como pluma en papel dibujado, puesto para contestar a la angústia que encoge el acertar las preguntas importantes de la imaginación constante, con la foto del panorama tifoidal, fatalidad de aquellos espasmos constantes, agotadores, sin tinta, sin sueños desdoblados.
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