Apenas ardor, la nota rechoncha, en otras ocasiones un laberinto de líneas de un don en movimiento; corren lentos, se tragan plácidos deseos poco transitados demasiado tarde, blancos de buena mañana, retenida, avergonzada de abrir y cerrar los cuatro objetos de valor enmascarados con capas y capas y máscaras mortuorias y cuadros y pinturas de caracoles y gracias de una vez, de los raviolones con ruleros y zumbidos que se mezcla con la instantánea tránsfuga sexual, con la orgía mazze bologni de la solicitud que se aproxima al punteado, a la maripaz machadiana y Sónsoles carbón que intenta deshacerse del mantecol y del dicenay, del día melo, mirmay, otra mermaid, trans, melon, watermelon y lo que resta para firmar y zanjar el contrato de por vida, de mementos y pasados inolvidables, de las ocho décadas anteriores intransigentes, casi novecientos delirios locos de historietas de cómic que pegan el presente entero como otro vaivén pentimentol delgado, al principio seco, descalzo, a escape con el gesto típico tenso de torsos y nalgas hambrientas que tragan piedras y consignas insoportables; nada, esperarlo, masajearlo, contarlo por teléfono borrachito, absurdo, de una cotillona que atrae y el corazón tiene que cocinarse un minutito más de lo previsto a 80 grados en maggas de camisa y delantal izquierdo mirando al techo retirando boca arriba el cuerpo nostrum, méntum, terminar de narrar totalmente descubierto por un vaso de mejunje cristalino, a veces como vieja vejiga cancerosa medio podrida de la manera más contradictoria en cada contemplación y a la vez intacta como macho adulto, hermoso ejemplar de audacia mimosa.
Apenas ardor, la nota rechoncha, en otras ocasiones un laberinto de líneas de un don en movimiento; corren lentos, se tragan plácidos deseos poco transitados demasiado tarde, blancos de buena mañana, retenida, avergonzada de abrir y cerrar los cuatro objetos de valor enmascarados con capas y capas y máscaras mortuorias y cuadros y pinturas de caracoles y gracias de una vez, de los raviolones con ruleros y zumbidos que se mezcla con la instantánea tránsfuga sexual, con la orgía mazze bologni de la solicitud que se aproxima al punteado, a la maripaz machadiana y Sónsoles carbón que intenta deshacerse del mantecol y del dicenay, del día melo, mirmay, otra mermaid, trans, melon, watermelon y lo que resta para firmar y zanjar el contrato de por vida, de mementos y pasados inolvidables, de las ocho décadas anteriores intransigentes, casi novecientos delirios locos de historietas de cómic que pegan el presente entero como otro vaivén pentimentol delgado, al principio seco, descalzo, a escape con el gesto típico tenso de torsos y nalgas hambrientas que tragan piedras y consignas insoportables; nada, esperarlo, masajearlo, contarlo por teléfono borrachito, absurdo, de una cotillona que atrae y el corazón tiene que cocinarse un minutito más de lo previsto a 80 grados en maggas de camisa y delantal izquierdo mirando al techo retirando boca arriba el cuerpo nostrum, méntum, terminar de narrar totalmente descubierto por un vaso de mejunje cristalino, a veces como vieja vejiga cancerosa medio podrida de la manera más contradictoria en cada contemplación y a la vez intacta como macho adulto, hermoso ejemplar de audacia mimosa.
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