Bourgi baranginni cuando un niño hasta medianoche la encuentra al apagar la luz y sueña con bajar a buscarla bien despierto con el archivo secreto y su peeper que roza con el satin precisamente por el me me me me me de una mina de pocas posibilidades de muchos colores, entre ellos el salvador de pocos años, pocos mocos, pocas muecas avergonzadas del paso a pasito, a matar un viejo condenad0, un papuchi de manitas alargadas con sixtinas y tamales de alba con juguetes y plebeyos musulmanes aguantando cada ostage con plumas en particular, con cada bloqueo generalizado, allí, con el mismo neurocirujano del tanque tocado, del hígado con la obsesión de un constante rebote en particular fuera de la torreta para descamar la carroña suturada de trullas dispuestas a la locura hasta tal punto del tiro morter, y se repite cavaglio y los perros se retiran de un pijama cosido con una peluca rizada contra las bellísimas proas que parecían majas súplicas y salpicaduras de semen con crostas de sangre viriles y miembros divididos en bandas, en vergas grandes, encendidas por el odio de la basura aplaudida en lugares vacíos, suculentos, traducidos en Milano por Rizzoli y creencias como el mantecol volado, y los restos del Royce a flores quirúrgicas, de dos en dos ragazzine, párracos de carne y fórceps, escupiteras, mamaderas rompibles, gritos de espaguetti al ricoletto para vender vayardos y potróxido de capítulo cuarto.
Bourgi baranginni cuando un niño hasta medianoche la encuentra al apagar la luz y sueña con bajar a buscarla bien despierto con el archivo secreto y su peeper que roza con el satin precisamente por el me me me me me de una mina de pocas posibilidades de muchos colores, entre ellos el salvador de pocos años, pocos mocos, pocas muecas avergonzadas del paso a pasito, a matar un viejo condenad0, un papuchi de manitas alargadas con sixtinas y tamales de alba con juguetes y plebeyos musulmanes aguantando cada ostage con plumas en particular, con cada bloqueo generalizado, allí, con el mismo neurocirujano del tanque tocado, del hígado con la obsesión de un constante rebote en particular fuera de la torreta para descamar la carroña suturada de trullas dispuestas a la locura hasta tal punto del tiro morter, y se repite cavaglio y los perros se retiran de un pijama cosido con una peluca rizada contra las bellísimas proas que parecían majas súplicas y salpicaduras de semen con crostas de sangre viriles y miembros divididos en bandas, en vergas grandes, encendidas por el odio de la basura aplaudida en lugares vacíos, suculentos, traducidos en Milano por Rizzoli y creencias como el mantecol volado, y los restos del Royce a flores quirúrgicas, de dos en dos ragazzine, párracos de carne y fórceps, escupiteras, mamaderas rompibles, gritos de espaguetti al ricoletto para vender vayardos y potróxido de capítulo cuarto.
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