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Moco carmesí


Acá apenas arranca la delícia chiquita y cuadrada de once pulgadas sin contar el suspiro, evidente equívoco relatado en semejante baeza demasiado perfecta y putrefacta, de una sola pieza y suprema sopa de carmesí pura, pulseada, despertando el morbo que abriga la maldad, semejante compañero y otra vez lo otro y lo de más allá, lo del pecho privilegiado, de la mama divina, sana, con un pezoncito de chocolá que se derrite al entrar en contacto con un labio macho, carnoso, y a la vez humor, charlas, cuatro polvos rápidos y mágicos, como bicho acompañado de treinta o cuarenta metros de métre y media cucaracha colgando en la fila de los matarratas y las pasas de pizza provistas de semen y ércole en químico brutal sonriente, pasado, y así siguiendo con el moco en la mano y el mismo espíritu carmesí para pegarlo debajo la mesa del profesor de cuarto B sin que haya como ninguna una ropa en un dulcísimo girar y besar la compañera de acá, la invisible, la del perro rojo de kaurak en la cabeza para el bichito del escepticismo canalla, pura mierda y de lucidez cero puesto al pastel de zanahoria con el resto de algas y paparras por partida doble, ya ves, el pescuezo del pesquista de movimiento ansioso y autor del milagro polar dada la relazione farmacopea calculada para sénex en cursiva y minúscula solamente picoteando un chiste en el piso de enfrente, o mejor dicho, en el moco, en la papaya y su jugo de girasol al estilo grunge, y cada olore, cada sabor, sappere de los bombones du chocolá acaramelados por las virutas salientes y las viruelas y ciruelas amargas de castaña del esque por más de las vueltas de la música rota como platillos y clarisos y disculpas de cenas y dichos que se acuerdan de algo raro, culpan, no desmienten lo sagrado y publican gritos con mocos carmesí, tristes, morosos, verdes de moho piadoso y acusaciones compulsivas y felaciones.

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