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Enjamerla

Cursi hareis, el enjame secundario, el menaje, lo que viene sobre los fascinantes peros, sin el puro enemigo que habla de disgustillos y protagonistas jodidos por excelentes autoestimas autodestructivos y serratinos y momentos de nada, tan sólo de unos tótems pasionados por público y pruebas y escenas dejadas de subir como contínuas invertidas empáticas que comparten preguntas y las pistas cortadas de guarra, de números del barro como papel de regalo, como frames yuxtapuestos para  la erecta trícia mallada con la bombacha imaginaria, más redonda que la cocinera del túbulo diestro en el énjamer, en la variada ensalada de pasas y pisos y pistos de recuerdos que curan la vida, la empujada, cantando macabras elecciones de cajas y paranoias que se fuman con fucsias materias del partido de posesión con otro cuelgo escatimando casos únicos contra una mesa de cristal, de agujas de cianuro y diques y curas cantando lo chungo del por eso que vuelta y bate entre bases de camiones y culos y piercings sobre películas románticas y arcos y vampiros en negro, en escenas de acantilado, de copas y forros desde cualquier copiloto sin músculos ni los cuatro tempos escuchimizados, si llegan a eso, a la presión de amor sin la parte de la iglesia ni la nada de enjambres de tres pies de mente sucia y moral de la mente alastral que quita la abersión de inmunes poderes de fáciles sacando humanas bandas sonoras esculpiendo esputos de instituto y puerta, y latónitos crespones de lepos y enseñando los últimos minutos que no juegan a nada del mimo mínimo para las necesidades masoquistas en un saco de parra para el pan, de amasar la zona de hierro planchado con la cruel de aerphost malo, a la vez del samurai responsabilizado para el límite que vive con extraordinarios secretos para aquella vela de energías y cámaras lentas del movimiento entero sin apenas teletextos atractivos y malos, todos a la vez, viendo la dueña del papagayo.  

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